Campanilla dijo que la sombra estaba en la caja grande. Quería decir la cómoda y Peter se lanzó sobre los cajones, tirando lo que contenían al suelo con las dos manos, del mismo modo en que los reyes lanzan monedas a la muchedumbre. Al poco ya había recuperado su sombra y con el entusiasmo se olvidó de que había dejado a Campanilla encerrada en el cajón.
Lo único que pensaba, aunque no creo que pensara jamás, era que su sombra y él, cuando se juntaran, se unirían como dos gotas de agua y cuando no fue así se quedó horrorizado. Intentó pegársela con jabón del cuarto de baño, pero eso también falló. Un escalofrío recorrió a Peter, que se sentó en el suelo y se echó a llorar.
Sus sollozos despertaron a Wendy, que se sentó en la cama. No se alarmó al ver a un desconocido llorando en el suelo del cuarto, sólo sentía un agradable interés.